Se suceden las preguntas: ¿No será demasiado pequeño? ¿Cómo le afectará estar entre extraños tantas horas? ¿Está bien que vuelva al trabajo y no cuide de mi hijo? No hay que preocuparse. Si la escuela infantil es de calidad, el niño comenzará a socializarse y es una buena preparación para el colegio.
Pasar de las caricias y atenciones de papá y mamá a tener que compartir el tiempo con otros niños, tiene su lado positivo. Lejos de suponer una amenaza para el desarrollo del pequeño, le enseñará conductas tan valiosas y necesarias para vivir en sociedad como compartir las cosas o empezar a experimentar las primeras nociones de amistad.
Relaciones con otros niños
La Escuela Infantil aporta una nueva faceta al pequeño al ampliar sus relaciones interpersonales: comienzan a tener sentimientos de pertenencia a un grupo y perciben que allí hay unas reglas y unos horarios que tienen que cumplir todos los niños juntos.
A lo largo de toda su educación fuera del entorno familiar, se irán dando cuenta de que no son el centro de todo, aunque sigan siendo los reyes de la casa. Y también de que hay «otros iguales» con los que jugar, divertirse y compartir, pero también con los que pelearse, de quienes proteger sus juguetes, a quienes chillar…
Desarrollo de la comunicación
Los pequeños se comunican entre sí con su propio lenguaje. No es que hablen entre ellos sin que los adultos se den cuenta, pero sí emplean otro tipo de registros y de gestos.
Si su forma de actuar cambia cuando tiene que dirigirse a otro niño, su relación con los adultos también se modifica. Después de varios intentos infructuosos, entiende que el lenguaje y la comunicación que utiliza con los mayores debe variar según las circunstancias y el lugar. ¡Seguramente papá y mamá serán más sensibles a sus gestos de afecto que los educadores, así que si quiere algo, tendrá que pedirlo de forma diferente, esperar su turno o, simplemente, conformarse con no tenerlo.
Escuela Infantil y familia
Que nuestro hijo vaya a la guardería no significa que su educación ya esté encarrilada y nosotros podamos desentendernos. Es cierto, en una edad donde se aprende tanto y tan rápido, la guarde supone un aumento importante del número de estímulos de los que aprender. Pero para que este proceso sea del todo beneficioso, se necesita coherencia y continuidad.
Es bueno jugar con ellos, para facilitar la adaptación de los niños a la guardería y atenuar la confusión y la inquietud que toda nueva situación produce.
Esta coherencia debe incluir todas las esferas del universo del bebé. Por ejemplo, para que tenga una dieta equilibrada hay que saber qué ha comido en la guarde. También es importante que las normas que sigue en la guardería tengan una continuación en el hogar. Es decir, si allí no le dejan jugar con juguetes eléctricos porque no son adecuados para su edad, en casa tampoco deberían poder hacerlo.
Y otra cosa: un diálogo fluido con sus «profes» es la mejor forma de cerciorarse de que nuestro hijo está teniendo un buen desarrollo físico, cognitivo y emocional.
La importancia del juego
Por otro lado, la Escuela Infantil es la diversión en estado puro. Todos esos juguetes y esos mayores que se inventan actividades, bailes, canciones… la convierten en el paraíso del juego. Aunque a esta edad, dirigir e imponer ciertas actividades es misión imposible. Por eso, es el lugar perfecto para que jueguen a su aire e interactúen con otros niños. Pero no sólo es diversión, el juego compartido a estas edades es, además, un intercambio que facilitará aprendizajes posteriores: el diálogo, los sentimientos de comprensión y de posesión, etc.
Y todo eso supervisado por adultos cualificados, que conocen el desarrollo del niño y que están atentos a cualquier problema que pueda surgir.
Fuente: José González (Psicólogo)
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